domingo, 5 de abril de 2009

ALEGORÍA Y ANALOGÍA

La alegoría fue el modo predominante que asumió la comunicación poética durante el apogeo del cristianismo. La novela ha sido la forma de predilección de la edad moderna. La alegoría es una de las expresiones del pensamiento analógico. Reposa en el principio: esto es como aquello y de esta semejanza deduce o descubre otras semejanzas hasta convertir al universo en un tejido de relaciones y equivalencias.

La alegoría, como su nombre lo indica, es un discurso en el que al hablar de esto se habla también de lo otro. La analogía es el nexo. El crítico Charles A. Singleton ha mostrado que la Comedia de Dante es una alegoría de alegorías: el prólogo del poema es una alegoría del viaje del poeta por los tres mundos que a su vez es la alegoría de las peregrinaciones del alma caída y de su final conversión. El código de referencia de estas alegorías circulares es el libro del Éxodo. El mismo Dante, en una carta a Can Grande, lo declara: «si atendemos a lo que dice la letra, el sentido es la huida de Egipto de los hijos de Israel en tiempos de Moisés; en el sentido alegórico, es la redención de Cristo; en el moral, la conversión del alma...». La historia sagrada es el puente entre dos realidades: el viaje del poeta al otro mundo y las pruebas del alma antes de contemplar a la divinidad. Pero el libro del Éxodo pertenece al Antiguo Testamento y de ahí que la alegoría encierre otra más: los Evangelios. La pasión de Cristo es el nexo entre la antigua palabra y la nueva, el eslabón que cierra el círculo.

La historia de la humanidad se concreta en la historia de Israel, que es una alegoría de otra que las comprende a todas: la Redención. La correspondencia entre todas estas realidades es verbal: el mensaje del poeta, la Comedia, se descifra en otro mensaje, el libro del Éxodo, que a su vez se explícita en otro: el Evangelio de Cristo. Este circuito es una réplica de la teoría de la información. Si los valores y los significados son diferentes, no lo es el sistema de transformación simbólica y de comunicación de los símbolos. Un equivalente dentro de la ciencia contemporánea sería el siguiente: la estructura lingüística es una alegoría de la estructura subatómica y ambas se reflejan en el código genético. En el caso de la Comedia hay dos series: una es verbal y la otra no verbal. La primera está formada por la Comedia misma, el libro del Éxodo y los Evangelios; la segunda por las vicisitudes del alma errante, la huida de Egipto y la historia de la humanidad desde la caída de Adán. Las dos series se reflejan en el viaje del poeta al otro mundo, es decir, en su poema. La correspondencia entre la palabra y la realidad no verbal es perfecta.

Con la Comedia, la sociedad cristiana nos ofrece su obra más acabada y plena. Con el Don Quijote aparece la primera gran obra del mundo moderno. El tema de la novela de Cervantes también es el alma humana, sólo que ya no es el del alma caída sino enajenada. El héroe es un loco, no un pecador. Está fuera de la suene general del hombre puesto que ha perdido el albedrío. Don Quijote no encarna a la historia humana; es su excepción. Es ejemplar de un modo irónico, por negación: no es como el resto de los hombres. La correspondencia se interrumpe o, más exactamente, asume la forma de la interrupción. El vagabundeo del hidalgo manchego no es una alegoría de las peregrinaciones del pueblo escogido sino de un hombre extraviado y solitario. Virgilio y Beatriz guían a Dante; nadie guía a don Quijote y su compañero de andanzas no es un vidente sino el miope sentido común. El círculo concéntrico es el modelo del viaje del poeta; el cabalgar del loco no obedece a ninguna geometría y ni siquiera a la geografía: es un ir y venir sin rumbo y durante el cual las posadas se transforman en castillos y los jardines en corrales. La peregrinación del florentino es un descenso y un ascenso; la del español es una sucesión de tropiezos y descalabros. La visión final de Dante es la de la divinidad; la de don Quijote es un regreso a sí mismo, a la realidad sin grandeza del hidalgo pobretón. En un caso, contemplación de la realidad suprema y conversión; en el otro, reconocimiento de nuestra insignificancia y resignación a ser lo que se es. Dante ve a la verdad y a la vida; don Quijote recobra la cordura y se enfrenta a la muerte.

La analogía es la expresión de la correspondencia entre el mundo celeste y el terrestre: aunque la realidad del segundo sea subsidiaria y reflejo de la del primero, es realidad. La ironía opera en dirección inversa: subraya que hay un abismo entre lo real y lo imaginario. No contenta con descubrir la escisión entre la palabra y la realidad, la ironía siembra la duda en el ánimo: no sabemos que sea realmente lo real, si lo que ven nuestros ojos o lo que proyecta nuestra imaginación. El Paraíso y el Infierno son reales, como lo son Florencia y Roma; la atroz y pelada realidad de Castilla es un espejismo, un encantamiento de hechiceros. Hay una continua oscilación entre lo real y lo irreal: los molinos son gigantes y un instante después son molinos. Esta oscilación no produce ninguna conversión: los personajes están condenados a ser lo que son. Por eso son infieles a sus modelos: Aldonza no es Dulcinea, don Quijote no es Amadís. No obstante, tampoco el hidalgo Quijano es enteramente el bueno de Quijano: es don Quijote —y no lo es. Los hombres no son menos problemáticos que las cosas. Otro tanto sucede con el lenguaje: el de Dante es el de la poesía; el de Cervantes oscila entre el poema y la prosa.

Esta ambigüedad caracteriza a toda la novela moderna: es poesía y crítica de la poesía, épica y burla de la epopeya. Realidad problemática, héroes problemáticos y lenguaje problemático: el mito de la crítica comienza a configurarse. La correspondencia se rompe y la ironía substituye a la analogía. La clave de la Comedia es el libro del Éxodo; la de la novela de Cervantes, los libros de caballería. El primero es la palabra sagrada, el modelo universal y eterno; los segundos son obras de diversión y pasatiempo, no una alegoría de la historia del hombre sino el relato de su insensata aventura. El lenguaje ya no es la clave del mundo: es una palabra vana, loca. ¿O es al revés: La locura es la del mundo y don Quijote es la palabra racional que anda disfrazada de locura por los caminos? Cervantes sonríe y calla: ironía y desengaño.

La ruptura de la analogía es el comienzo de la subjetividad. El hombre entra en escena, desaloja a la divinidad y se enfrenta a la no significación del mundo. Doble imperfección: las palabras han dejado de representar a la verdadera realidad de las cosas; y las cosas se han vuelto opacas, mudas. El hombre debe dar la cara a una realidad cerrada sobre sí misma, incomunicada e incomunicable. La negación de la no significación del mundo, su transformación en sentido, es la historia de la edad moderna. Esa historia también podría llamarse como una novela de caballería: Las hazañas de la subjetividad o la conquista del mundo por la negación del mundo. Para restablecer la unidad entre las cosas y la palabra no hubo más remedio que anular a uno de los términos. La disyuntiva se presentó así: don Quijote no está loco: condenación del mundo; o el lenguaje del hidalgo es desvarío: expulsión de don Quijote. La primera solución implicaba la renuncia al mundo, sólo que ¿en nombre de qué principio o de qué realidad natural o sobrenatural? Los libros santos de don Quijote no eran los de la Biblia sino unos cuentos en los que la fantasía aparece como sinrazón. La edad moderna escogió la segunda solución y por eso don Quijote muere en su lecho, curado de locura y devuelto a la realidad de Alonso Quijano. Al expulsar a don Quijote, paradigma del lenguaje como irrealidad, se desterró a lo que llamamos imaginación, poesía, palabra sagrada, voz de otro mundo. Estos nombres tienen un reverso: incoherencia, enajenación, demencia. La poesía sufrió sentencia de destierro; la locura, de encierro.

Como las fronteras entre una y otra se volvieron muy tenues, a veces también se encerró a los poetas y otras se les trató como locos inofensivos.





La casa de la presencia

Octavio Paz

Nenhum comentário: